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miércoles, 29 de junio de 2016

Una eliminatoria movidita

Nos encontramos en el año 1943. El Barcelona y el Real Madrid disputarían las semifinales de la Copa de España de fútbol entonces Copa del Generalísimo. Muy lejos estaban los dos equipos de alcanzar el nivel que obtendrían tiempo después. El primer partido se disputaría en Barcelona y el segundo en Madrid.


El público catalán recibió cortésmente a ambos equipos posiblemente recordando el empate a 5 del partido de Liga. Sin embargo, todo empezó a ponerse en contra del equipo blanco merced a entradas a destiempo de Moleiro, Querejeta y especialmente Corona. El público empezó a crear una presión sobre un árbitro pusilánime que posibilitó dos goles locales merced a un córner inexistente y un penalti tras una mano dudosa transformados por Valle y Escolá respectivamente. 

Campo de Les Corts

Un gol no concedido al interior Barinaga y otro gol azulgrana obra de Sospedracompletaron una goleada aparentemente irremontable. Las faltas de respeto e insultos a la plantilla madridista fueron la gota que colmo el vaso de una afición blanca que esperaba a los barcenolistas con los cuchillos en alto.
Desde la directiva del Real Madrid se intentaron calmar los animos. La nota decía: 

"Alrededor del partido del domingo se ha creado un ambiente de pasión que creemos es nuestro deber contribuir a encauzarla. No estimamos necesario puntualizar lo ocurrido en Barcelona por haberlo explicado suficientemente la prensa; pero cuanto más incorrecta y equivocada es la actitud de un público, menos deportivo es tratar de imitarla. Y conste que esto no quiere decir que tratemos de refrenar el entusiasmo de los aficionados madrileños, cuyo apoyo tantas veces hemos echado de menos; únicamente queremos prevenirles para que no se dejen arrastrar por incorrecciones que sólo podían perjudicar al Real Madrid y al buen nombre del público de la capital de España"

Ni caso. Las protestas de Eduardo Teus, periodista y ex-guardameta del Madrid, desde el "Ya" van haciendo eco y en la capital se organiza una campaña, invocando un necesario desagravio a los jugadores maltratados en el partido de ida. Para la vuelta se prepara un ambiente tremendo con ocasión además de la verbena de San Antón y es en la calle de la Victoria donde se venden pitos a los aficionados del Madrid para que monten estruendo en el partido. Cada vez que un barcelonista coge el balón más de 20.000 silbatos emiten un sonido insoportable. 


El Madrid se crece y antes de la media hora ya ha igualado la eliminatoria. El Barcelona parece desplomarse y en quince minutos le caen cinco goles más. Al descanso se llega 8-0. En la segunda mitad llegan más goles, en un ambiente festivo para los locales y lúgubre para los visitantes que al final pierden 11-1. 


Barinaga es el héroe tras anotar 4 goles, siendo secundado por Pruden con tres, Chus Alonso con dos, Alsúa y Botella con uno. Martín hace el gol del honor. Esta eliminatoria trajo consecuencias nefastas para las dos entidades, el fútbol español y la sociedad. 


Hoy en día es fácil escuchar faltas de respeto, insultos, menosprecios y escupitajos en un partido de fútbol. En esa época, no. Un jovencísimo cronista como Juan Antonio Samaranch echó más leña al fuego, tachando a la afición del Real Madrid poco más ni menos que miserable, obviando los hechos ocurridos en Les Corts. Ni que decir tiene que Samaranch fue suspendido temporalmente.
Mucho tiempo después se llegó a decir que un miembro del régimen había ido a los vestuarios a amedrentar a los azulgranas, pero lo cierto es que sólo fue el árbitro a los vestuarios a advertir que no toleraria el juego duro. Escolá, el capitán del Barcelona durante aquellos años y uno de los jugadores más importantes de su historia dijo en una entrevista en el año 1995: "El Real Madrid nos ganó bien. Nos dio un auténtico baño. No hay excusas: nosotros jugamos de forma catastrófica".
Tanto Barcelona como Real Madrid fueron sancionados con más de 2.000 pesetas por el comité de competición y tanto el Presidente del Barcelona, el Marqués de Mesa de Asta, y el del Real Madrid, Antonio Santos Peralba, fueron obligados a dimitir. Les sustituyeron el Coronel retirado José Vendrell y Santiago Bernabéu respectivamente. 


Así, después de esta Copa convulsa, comenzaría la histórica presidencia madridista de un Bernabéu que duraría en el cargo hasta su muerte que sucedió en 1978. El propio Bernabéu, para limar asperezas propondía la disputa de dos partidos por la Paz entre Madrid y Barcelona.

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