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sábado, 25 de junio de 2016

Clásicos Inmortales: Caballero sin Espada

Es de notar el fino hilo en el que se movía Frank Capra entre lo que era drama y comedia. Incluso en esta película lo consiguió. Una grandiosa obra en la que pone de relieve lo que nos hace grandes y nos hace miserables; lo que nos enaltece y nos empobrece. En definitiva, la historia del hombre contada desde la política. 


Un senador de un Estado de los Estados Unidos acaba de fallecer y es por eso que el Gobernador Hubert "Happy" Hopper (Guy Kibbee) tiene que elegir un sustituto. El momento es crucial, ya que está a punto de ser aprobada una ley propuesta por el honorable senador Paine (Claude Rains) para construir una presa bajo la cual se esconde un plan de corrupción que les enriquecerá tanto a él como al jefe del cotarro, un ser poderoso a la par que corrupto, el magnate Jim Taylor (Edward Arnold), que controla a los políticos y periodistas a su antojo. Taylor, un tipo capaz de cualquier cosa para que prevalezca su voluntad, desea que que se eliga a un mero títere, el cual apruebe una ley que esta en entredicho en ese momento. 

Paine y Taylor en busca del títere perfecto

Ante la dificultad surgida para encontrar un senador adecuado, acaba saliendo a la palestra el nombre de Jefferson Smith (James Stewart), un joven idealista lleno de inocencia y puros ideales sobre la democracia norteamericana, un sujeto que parece fácil de manejar y engañar, el cual es tremendamente admirado por los niños, siendo además el jefe de los boy scouts de la zona. El ingenuo Smith confía plenamente en su colega, el senador Paine, puesto que él y su padre fueron íntimos amigos de juventud. 
Acepta ser senador y cuando su secretaria y ayudante Clarissa Saunders (Jean Arthur) le esta esperando, no aparece. Smith ha quedado encandilado con Washington hasta el punto de pasarse por los sitios más emblemáticos de la historia de los Estados Unidos. La idea de Capra era mostrarnos la visión idealizada de lo que cree el joven senador que es su país y en lo que algunos lo han convertido. 


Clarissa, que acaba dando con Smith, por contra es una joven desengañada, que conoce y reconoce la corrupción que existe en todas las esferas de la política estadounidense y, aunque al principio dice no, al final acepta trabajar con un Smith, que desde un primer momento acabara siendo un peón del sistema, de Paine y El mencionado Paine, para mantenerle distraido, le anima a llevar adelante un proyecto de ley sobre un campamento juvenil financiado por niños. 

Un idealista en Washingon

Sin embargo, la maquinaria de Taylor sigue en marcha y bajo la noble idea de Smith, se esconde la realidad y no es otra que la construcción de la presa y los planes de corrupción de Paine. Jefferson Smith es acusado de corrupción, puesto que supuestamente intenta pasar una ley para hacer un campamento infantil donde se va a hacer una presa. Smith se siente traicionado por Paine, el cual esta al servicio de Taylor. 
El joven y desengañado senador siente traicionado sus nobles ideales de libertad y defensa de los derechos de los ciudadanos, los cuales han sido vendidos en favor de unos pocos infames. Incluso la secretaria empieza a ver en Smith una pequeña gota de lo que le falta al vaso de la Democracia estadounidense, que se encuentra presa de una banda de corruptos y delincuentes. 


Smith hará lo imposible para que dicha ley no se apruebe y para ello se convertirá en un obstruccionista. ¿Qué es la obstrucción? Esta curiosa táctica se ha usado en los parlamentos de todo el mundo, generalmente por parte de legisladores o parlamentarios que alargan sus discursos sin que nadie pueda quitarle la palabra mientras sigan hablando y se mantenga en pie hasta cumplir el tiempo designado de forma que no se pueda llevar a cabo la votación en cuestión y que no exista la posibilidad de que se apruebe lo que se esta proponiendo. 
 
Caballero sin espada

Así Smith para evitar que una ley injusta sea aprobada, comienza a hablar y hablar sin parar durante horas, dando todo un discurso de defensa de la Democracia y, aunque comienza a flaquear, se mantiene en pie las 24 horas estipuladas hasta caer rendido en el momento que un Paine arrepentido entra en plena sala senatorial, reconociéndose culpable de corrupción. Jefferson Smith, el idealista Jefferson Smith, el agotado Jefferson Smith, ha vencido. 


La idea de Capra no era discutir la Democracia estadounidense, sino poner en cuestión en lo que algunos la habían convertido fruto de sus intereses perversos. Es por eso que nos muestra a un ilusionado Smith visitando el Capitolio o la estatua de Lincoln para pasar al desengaño por la traición a tales ideales. El tesón de Smith por defender dichos ideales frente a la ola de corrupción no deja de ser un aviso para considerar que hay cosas que merecen ser defendidas. Ya lo dice el propio Jefferson Smith en una frase que resume el motivo de la película: "Las causas perdidas son las únicas por las que vale la pena luchar".

Ficha

Dirección
Frank Capra
Producción
Frank Capra
Guión
Sidney Buchman
Obra: Lewis R. Foster
Música
Dimitri Tiomkin
Fotografía
Joseph Walker
Montaje
Al Clark
Gene Havlick
 
Otros datos

País
Estados Unidos
Año
1939
Género
Drama
Duración
129’
 
Protagonistas

Actor
Personaje
Jean Arthur
Clarissa Saunders
James Stewart
Jefferson Smith
Claude Rains
Senador Joseph Harrison "Joe" Paine
Edward Arnold
Jim Taylor
Guy Kibbee
Governador Hubert "Happy" Hopper
Thomas Mitchell
"Diz" Moore

Premios
Oscar

Categoría
Persona
Oscar al Mejor Argumento
Lewis R. Foster

Las causas justas

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