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martes, 5 de abril de 2016

El "incorruptible" Robespierre

Nunca hubo un hombre tan admirado como Maximilien Robespierre; el hombre que con pasión y derramamiento de sangre había llevado con puño de hierro una revolución en Francia que había derrocado al Rey y con ella a todos los supuestos colaboradores con la Monarquía o los supuestos enemigos de dicha revolución. Sin embargo, ese hombre, el incorruptible como lo habían apodado dada su absoluta fidelidad a sus principios e integridad, estaba en una sala oscura. Él y sus seguidores habían caído en una trampa en el Ayuntamiento de París, donde tras el asalto de sus rivales, le habían partido la mandíbula. Allí esperaba a ser ajusticiado, mediante el método por el que tantos habían pasado gracias a él: La guillotina.  


Maximilien Robespierre fue el mayor de cinco hermanos en una familia burguesa venida a menos de la ciudad gala norteña de Arras. Maximiliano, el cual era huérfano de madre y su padre había emigrado a América, dejandolo con unos parientes, estudió con una beca en el colegio Louis le Grand de París y en la Escuela de Leyes. Su prestigio como abogado y su elocuencia (era un maestro de la oratoria) le llevaron a ser elegido diputado de los Estados Generales en Mayo de 1789 y formó parte de la Asamblea Nacional Constituyente. Era una época en la que el hambre asolaba Francia hasta limites insostenibles (ni siquiera había harina para el pan) y el Rey Luis XVI era un hombre débil, enclaustrado en su opulencia junto a su familia y sus más leales colaboradores.
Rosbespierre era el líder de los jacobinos y afín a las ideas de Rousseau. En la Asamblea Nacional combatió el absolutismo monárquico, defendiendo el sufragio universal directo, las libertades de prensa y reunión, la educación gratuita y la abolición de la esclavitud, así como la eliminación de la pena de muerte. Ya en aquella época le llamaban el incorruptible.  


Los vientos de la Historia soplaron a su favor y en Agosto de 1792, una multitud enfervorizada asaltó la residencia real y la Bastilla (toma que es símbolo de lo que sería la revolución francesa), lo que llevó a la proclamación de la República. En aquella época ya hubo ejecuciones masivas contra los supuestos colaboradores del Rey, siendo el líder de aquellos desmanes el periodista y activista Jean-Paul Marat, el cual era en teoría de ideas más radicales que las del propio Robespierre, teniendo la pena de muerte como un método político más. Sin embargo, su asesinato en la bañera por parte de una joven aristócrata, dejó al "incorruptible" como la voz cantante. 

Asesinato de Marat

Robespierre, al verse como líder supremo, radicalizó sus postulados. Fue elegido diputado de la Convención Nacional, donde reclamó la ejecución de Luis XVI, que tuvo lugar en Enero de 1793. En Mayo, apoyado por el pueblo de París, obligó a la Convención a expulsar a los girondinos y en Julio creó el Comité de Salvación Pública y se hizo con el control del Gobierno. El país se hallaba sumido en el caos debido a la misma revolución y a sus guerras con otros países. Un enloquecido Robespierre procedió a eliminar a todos aquellos a los que consideraba enemigos de la revolución, instaurando un régimen basado en el terror con el propósito de restablecer el orden y evitar una invasión exterior.


El que llamaban el incorruptible por la lealtad a sus principios, los había traicionado, gobernando a golpe de guillotina, de la que no se libró ni su antiguo aliado Georges-Jacques Danton, ejerciendo una dura presión a la prensa de la época para que publicara lo que el quería que saliera. Como presidente de la Convención, Robespierre acumuló todo el poder. Se creía casi un Dios hasta el punto de que el mismo, "creó" su religión. En 1794, inspirado por el deísmo rousseauniano, proclamó el culto al Ser Supremo, e incluso introdujo un nuevo calendario, el calendario republicano francés, que adaptaba el calendario al sistema decimal y eliminaba del mismo las referencias religiosas; comenzando el 22 de Septiembre para coincidir con el equinoccio de otoño en el Hemisferio norte.

Ritual público del culto al ser supremo organizado por Robespierre

Sin embargo, tras la mencionada muerte de Danton, se desencadenaron una serie de divisiones políticas dentro de la propia Convención Nacional, y Robespierre reaccionó concentrando cada vez más poder en el Comité de Salud Pública. El poder lo era todo para un Robespierre, que posibilitó que se agravara aún más si cabe la situación del país.
 

En 1794, ese hombre había sido traicionado, encontrándose en un cuarto, sólo y abandonado, con la mandíbula rota, esperando su final, que acabaría llegando. La guillotina acabó con su vida tal y como había pasado con muchos, cuya sentencia de muerte él mismo había firmado hasta hace no mucho tiempo ¡Qué ironía!

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