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domingo, 8 de noviembre de 2015

El soldado de Dios

Una bala de cañón le rompió una pierna y le hirió otra. A partir de ahí, algo cambiaria en la vida de Iñigo López de Loyola. La recuperación del joven Ignacio fue tremendamente dolorosa, teniendo que volver a ser operado. En aquel tiempo, lee los libros "La vida de Cristo", del cartujo Ludolfo de Sajonia, y el "Flos Sanctorum". Bajo la influencia de esos obras se replantea toda la vida y hace autocrítica de su vida anterior como soldado. El antaño Iñigo López había muerto; nacía Ignacio de Loyola. 


Ignacio siempre destacó por su obediencia al Papa en una época en la que tuvo lugar el cisma protestante de Martin Lutero. Ignacio, aparte de por su gran devoción, destacó por dos momentos: el primero fue su abnegada dedicación a fundar una Orden religiosa, algo que finalmente conseguiría mediante la bula papal "Regimini militantis", estableciendo la Compañía de Jesús, inicialmente limitada a 60 miembros (a los que conocemos como Jesuitas), algo que fue revocado mediante la bula "Injunctum nobis", pudiendo haber todos los miembros que quisieran. Los Jesuitas se extendieron por todo el mundo, contando en poco tiempo con unas 1.000 personas.


Su segundo momento fue cuando estableció en un libro lo que serían los Ejercicios Espirituales, una serie de meditaciones, oraciones y ejercicios mentales en torno a la reflexión sobre nuestra vida , intentando aumentar la experiencia personal del individuo con su propia Fé.


Regulados para tener lugar durante 28 ó 30 días (aunque existen versiones más cortas de 3, 7 ó 15 días destinadas a los cristianos laicos u otras personas interesadas en hacerlos), el propio Ignacio los define: 
"Por este nombre se entiende todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de razonar, de contemplar; todo modo de preparar y disponer el alma, para quitar todas las afecciones desordenadas (apegos, egoísmos, ...) con el fin de buscar y hallar la voluntad divina"
Ignacio, que fue el primer Superior General de la orden que el mismo fundó, fue llevado ante la Inquisición Romana, aunque fue rápidamente exculpado, algo que podría resultar lógico, teniendo en cuenta la labor clave que tuvieron los Jesuitas durante la contrarreforma. 
 

Ignacio falleció en 1556. Mucho había pasado desde que había dejado su vida como soldado. Sin embargo, el que sería conocido, tras su canonización, como San Ignacio de Loyola (sí pueden ir al norte de España, les recomiendo que visiten la monumental Basilica de Loyola en Azpeitia, justo al lado de la casa del propio Ignacio) nunca dejó del todo su vida como soldado. Y es que, tras aquella batalla que le destrozó la pierna, pasó de ser soldado del Rey a ser soldado de Dios. 

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