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miércoles, 5 de agosto de 2015

El caso Dreyfus

Entre finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX tuvo lugar uno de los hechos más sorprendentes; un caso que conmocionó a la sociedad francesa y en el que se mezclaron los intereses de Estado, con el nacionalismo y el latente antisemitismo existente muy especialmente en Europa. 


A finales de 1894, el Capitán del Ejército Francés Alfred Dreyfus, un hombre muy capaz, que era de origen judío-alsaciano, fue acusado de haber entregado a los alemanes documentos secretos; claves para la seguridad nacional. Dreyfus fue enjuiciado por un tribunal militar,  siendo condenado a cadena perpetua y desterrado a la Colonia penal de la Isla del Diablo muy cercana a la costa de la Guayana francesa. Su delito era el de alta traición. Cabe resaltar que tanto la opinión pública como la clase política y la sociedad galas adoptaron una posición contraria al supuesto traidor.


Sin embargo, la familia del condenado, con su hermano Mathieu al frente, intentó probar su inocencia, recurriendo a los servicios del periodista Bernard Lazare. Mientras todo esto ocurría, el Coronel Georges Picquart, jefe del servicio de contraespionaje, comprobó, en  1896, que el verdadero traidor había sido el comandante Ferdinand Walsin Esterhazy. El Estado Mayor, no obstante, se negó, a reconsiderar su decisión y sacó a Picquart de Francia destinándolo al norte de África. 

Degradación de Dreyfus

La familia de Dreyfus no se daba por vencida y así logró entrevistarse en Julio de 1897 con el Presidente del Senado, Auguste Scheurer-Kestner. Tres meses pasaron de dicha entrevista hasta que Scheurer-Kestner declaró que estaba convencido de la inocencia de Dreyfus. El mismo mes, Mathieu Dreyfus denunció a Esterházy ante el Ministerio de Guerra por el acto de traición que había acarreado la condena de su hermano.
A partir de ahí, la sociedad francesa se dividió entre los partidarios de Dreyfus y los contrarios a Dreyfus. Entre estos últimos se encontraban nacionalistas, monarquicos y antisemitas, que despreciaban de tal forma a los judios, que aún sabiendo que Dreyfus era inocente, preferían que éste siguiera en prisión. El verdadero traidor sería llevado a juicio, siendo absuelto, algo que genero oleadas de alegría entre los contrarios a Dreyfus e indignación en unos cuantos. Entre esos indignados estaba el escritor Émile Zola, que público un artículo "J'Accuse" ("Yo Acuso" en francés), un alegato en favor de Dreyfus, apoyando a los judios franceses y apelando a que se supìera la verdad. El mencionado artítulo cambio la opinión de muchos intelectuales. Dice así:
"Yo acuso al teniente coronel Paty de Clam como laborante —quiero suponer inconsciente— del error judicial, y por haber defendido su obra nefasta tres años después con maquinaciones descabelladas y culpables. Acuso al general Mercier por haberse hecho cómplice, al menos por debilidad, de una de las mayores iniquidades del siglo. Acuso al general Billot de haber tenido en sus manos las pruebas de la inocencia de Dreyfus, y no haberlas utilizado, haciéndose por lo tanto culpable del crimen de lesa humanidad y de lesa justicia con un fin político y para salvar al Estado Mayor comprometido. Acuso al general Boisdeffre y al general Gonse por haberse hecho cómplices del mismo crimen, el uno por fanatismo clerical, el otro por espíritu de cuerpo, que hace de las oficinas de Guerra un arca santa, inatacable. Acuso al general Pellieux y al comandante Ravary por haber hecho una información infame, una información parcialmente monstruosa, en la cual el segundo ha labrado el imperecedero monumento de su torpe audacia. Acuso a los tres peritos calígrafos, los señores Belhomme, Varinard y Couard por sus informes engañadores y fraudulentos, a menos que un examen facultativo los declare víctimas de una ceguera de los ojos y del juicio. Acuso a las oficinas de Guerra por haber hecho en la prensa, particularmente en L'Éclair y en L'Echo de París una campaña abominable para cubrir su falta, extraviando a la opinión pública. Y por último: acuso al primer Consejo de Guerra, por haber condenado a un acusado, fundándose en un documento secreto, y al segundo Consejo de Guerra, por haber cubierto esta ilegalidad, cometiendo el crimen jurídico de absolver conscientemente a un culpable. No ignoro que, al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí los artículos 30 y 31 de la Ley de Prensa del 29 de julio de 1881, que se refieren a los delitos de difamación. Y voluntariamente me pongo a disposición de los Tribunales. En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizó aquí, no es más que un medio revolucionario de activar la explosión de la verdad y de la justicia. Sólo un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen públicamente. 
Así lo espero". Émile Zola, París, 13 de enero de 1898"
Disturbios antisemitas se extendieron por todo el país, obligando al mismo Gobierno a intentar apaciguar los animos, ya que el caso Dreyfus amenazaba con destruir a la República. 

Émile Zola

En 1898 el Tribunal Supremo, a pesar de la oposición de altos mandos del ejército, reabrió el caso y al año siguiente anuló la sentencia que condenó a Dreyfus, ordenando realizar un nuevo Consejo de Guerra, el cual se realizó en Rennes, condenado otra vez a Dreyfus, aunque en este caso a diez años de trabajos forzados, Varios días después y con su salud hecha añicos por los años de penurias, Dreyfus aceptó al indulto del presidente Émile Loubet. Sin embargo, su figura estaba manchada por la inquina de intereses militares y la inmoralidad de hombres, que lo despreciaban por su origen judío. 


Así, en 1906 su inocencia fue reconocida oficialmente por la Corte de Casación mediante una sentencia que anuló el juicio de 1899, sin reenvío, para realizar un nuevo juicio, decidiendo la rehabilitación del Capitán Alfred Dreyfus, decisión inédita en la historia derecho francés. Se daba por fin carpetazo a un caso en el que un hombre había sido literalmente puesto en la picota por nacionalistas y antisemitas, en lo que podríamos considerar como una especie de resumen de las atrocidades que se cometerían en el Siglo XX por culpa precisamente del nacionalismo y de la fobia a los judíos. 


No obstante, todo acabo bien para Dreyfus. No sólo fue reintegrado al ejército con el rango de Comandante, sino que participó en la Gran Guerra del 14, conocida posteriormente como Primera Guerra Mundial. Dreyfus falleció en 1935 habiendo recibido las condecoraciones de Caballero de la Legión de Honor (1906) y Oficial de la Legión de Honor (1918).

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