Resulta llamativo la carta blanca que se le ha dado desde las Democracias a determinadas ideologías que no destacan precisamente por defender la Libertad y que desde su postulado proponen una forma de actuar bastante equiparables a los totalitarismos que surgieron a raíz del fin de la Primera Guerra Mundial y de la crisis del 29.
No es descabellado comparar a los nacionalistas con el fascismo. En el caso del nacionalismo vasco podemos ver el culto que tienen a un líder como Sabino Arana del que podríamos decir que es el antecesor del mismo nazismo y a ello me remito a su carácter desintegrador, despreciando a los españoles, considerandolos de una raza inferior.
El día de la denominada patria vasca, el partido fascista vasco (también lo llaman PNV) va a lo suyo: a pedir unas cosas inadmisibles como siempre con la única diferencia de que ETA no agita los arboles para que ellos recogan el fruto. Precisamente, esos totalitarios, esos asesinos que se dicen llamar izquierda abertzale, se manifiestan en tierras navarras, símbolo de lo que pretenden que pase: una independencia con la anexión de Navarra.
Lamentable que veamos a personajes que han tolerado, defienden o colaborado con los asesinatos que tanto han desangrado a España durante tanto tiempo. Eso es el nacionalismo: destrucción, violencia y muerte. La Democracia no puede, ni debe tolerar eso.
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