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martes, 23 de diciembre de 2014

"¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!"

Hay muertes que dejan huella en un pueblo. Y más sí la persona fallecida o asesinada supuso mucho para la historia. Eso debió pasar con el asesinato de uno de los grandes hombres de la historia de la humanidad: Abraham Lincoln.


Su asesinato en el teatro Ford supuso un mazazo para un país devastado por una cruel guerra civil y cuya división entre el sur y el norte aún pervivía y que vivía condicionada por muchos factores, entre los que se encontraba el de la esclavitud. 

Walt Whitman

Es verdad: Abrahan Lincoln había sido asesinado, pero no su espíritu. Asi lo debió pensar el literato Walt Whitman, que en medio de la conmoción de todo un país, se atrevió a componer este poema. Toda una glosa al héroe, que no supo sucumbir al desaliento:
¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán! Nuestro temeroso viaje está hecho;
el buque tuvo que sobrevivir a cada tormenta,el premio que buscamos está ganado;
el puerto está cerca, escucho las campanas, todo el mundo está exultante,
mientras siguen con sus ojos la firme quilla, el barco severo y desafiante:
Pero ¡Oh corazón!¡Corazón!¡Corazón!
oh, las lágrimas se tiñen de rojo,
mi Capitán está sobre la cubierta,
caído muerto y frío.
¡Oh capitán! ¡Mi capitán! Levántate y escucha las campanas;
levántate, izan la bandera por ti, por ti suenan las cornetas;
por ti ramos y cintas de coronas, por ti se amontonan en las orillas;
Por ti te llama la influyente masa, giran sus rostros impacientes;
¡Aquí Capitán!¡Querido padre!
Este brazo bajo tu cabeza;
Es como un sueño sobre la cubierta,
Has caído muerto y frío.
Mi capitán no responde, sus labios están pálidos e inmóviles;
Mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad;
El barco está anclado sano y salvo, el viaje ha terminado y se ha hecho;
De un viaje temeroso, el barco triunfador, entra con su objetivo realizado;
Exultamos, ¡oh costas y tañidos, oh campanas!
Pero yo, con triste pisada
Camino en cubierta donde está mi Capitán
Caído muerto y frío.
Es verdad. El capitán había muerto. Pero en medio de los embates de la intolerancia, ahí esta el soldado dispuesto a honrar a su Capitán yacente. El espíritu por lo que había luchado ese Capitán seguía intacto. Y Whitman lo sabía: "¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!". 

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