Esta noche se celebra la gala de los Goya. Un acontecimiento en el que se premian a determinadas películas españolas. Digo determinadas porque realmente desde hace ya bastante tiempo a mi y a muchos nos importa bien poco el cine español.
No sólo nos importa un bledo por los argumentos aburridos y las visiones interesadas sobre la guerra civil española, sino por la politización continua que determinados actores, directores y productores de medio pelaje hacen de una gala a la que llaman fiesta del cine español, pero que no deja de ser más que un mitin político, de izquierdas, por supuesto.
La noticia salto cuando el Ministro de Cultura Wert alego que por problemas de agenda no iba a poder asistir. Enseguida salieron manifestaciones de diversos personajes en la que mentaban la palabra "cobarde". ¿Cómo que cobarde?
A una persona se la llama cobarde cuando, por ejemplo, quiere eludir una pelea o, en el caso de la gala de los Goya, una serie de insultos y calumnias contra su persona. No sólo hace bien el Ministro en no ir, sino que iría más allá: dejría de subvencionar a esa sarta de parásitos cuyas películas no va a ver casi nadie, no porque el precio de las salas hayan subido, sino porque son películas malas, aburridas muchas de ellas con un humor chabacano y en la que tiene que haber algún desnudo.
Yo siempre he dicho que desde que murieron grandes directores como Bardem (no coincido en ideología, pero fue un gran director) o Berlanga, comenzó a morirse poco a poco el cine español. Esas si que eran buenas películas, que buscaban, sorteando la censura contarnos historias atrayentes con un humor muy bueno e inteligente. Un humor que no recurría a la chabacaneria, ni al desnudo para captar al espectador. Eran películas buenas.
El cine español lleva muerto y parece que no existe alguien que lo resucite, obviando, eso sí, algunas excepciones. Y más cuando los actores comenzaron a polítizar el cine girando (¿cómo no?) a la izquierda, que es la única capaz de subvencionar los bodrios de hoy en día.
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