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miércoles, 3 de julio de 2013

Una Fe Prohibida

El 18 Julio de 1936, se iniciaba la guerra civil, tras el fracaso del golpe de estado de los militares. Desde hacía unos años, España vivía en una tensión permanente, llena de violencia y horror, y ese año del 36 sería un colofon que duraría tres años, seguidos de una dictadura que duro casi tres décadas.

 
En Barbastro, Huesca, la tensión no era para menos. La "zona" era oficialmente repúblicana y los misioneros claretianos estaban a la expectativa de que, ante el evidente anticatolicismo de los republicanos de que los rescataran de tan terrible situación, pero no fue así.
El 20 de Julio, a las 5:30 de la tarde unos sesenta milicianos comunistas y anarquistas de la CNT armados hasta los dientes irrumpieron en la comunidad de Barbastro, tomando como presos a los misioneros. La mayoría eran jóvenes estudiantes, con ilusiones, con esperanzas de llevar el mensaje de Dios por el mundo. Y de repente, sus ilusiones parecían truncadas. Los tres padres superiores fueron arrestados y el resto fueron trasladados y recluidos en un salón del colegio de los Escolapios, que se convertiría en una improvisada prisión.

 
Los carceleros buscaban una y otra vez que sus prisioneros renunciaran a su Fe, algo que no consiguieron en ningún momento. Los odiaban precisamente por creer en un Dios bueno, que perdonaba a todos y el anuncio de su Buena Nueva. Como dijo uno de los estudiantes argentinos liberados unos días antes de los fusilamientos: "Nos lo repetían constantemente: No odiamos vuestras personas. Odiamos vuestra profesión, vuestro hábito negro, vuestra sotana".
Los milicianos les prohibían una y otra vez rezar, aparte de que les llevaban prostitutas para tentarlos. Durante el encierro, los jóvenes dejaron su testimonio en sillas, tablas, paredes y hasta en los envoltorios de la comida. Uno de ellos, Faustino Pérez, nos dejo este testimonio:
"Agosto, 12 de 1936, en Barbastro. Seis de nuestros compañeros son ya mártires: Pronto esperamos serlo nosotros también. Pero antes queremos hacer constar que morimos perdonando a los que nos quitan la vida y ofreciéndola por la ordenación cristiana del mundo obrero, el reinado definitivo de la Iglesia Católica, por nuestra querida Congregación y por nuestras queridas familias.¡La ofrenda última a la Congregación, de sus hijos mártires!" 
Doce días después de ser encarcelados, los padres superiores fueron fusilados. El resto lo serían los días 12, 13, 15 y 18 de Agosto de 1936. Con ellos murió un gitano, Ceferino Giménez, que se negó a abandonar su rosario, motivo por el cual fue ejecutado. Ese gitano conocido como "El Pelé" sería declarado, años después, como Beato.
El que estuvieran controlados no quiere decir que no celebraran misas clandestinas. La Fe les hacía ser más fuertes dentro de la adversidad.


Cuando dormían, durante la noche del 14 al 15 de Agosto un grupo de milicianos irrumpió en el salón. Los seminaristas se abrazaron mientras les ataban y les golpeaban. Les llevaron en un camión. Colocados para ser fusilados, unos de pie, otros de rodillas, unos con los brazos en cruz, otros con el rosario o un crucifijo entre las manos, escucharon la última proposición: "Aún estáis a tiempo. ¿Qué preferís: ir en libertad al frente o morir?" Apagadas por las descargas se oyó: "¡Morir! ¡Viva Cristo Rey!".
Esta fue la carta de despedida de la congregación:
"Anteayer, día 11, murieron, con la generosidad con que mueren los mártires, 6 de nuestros hermanos; hoy, 13, han alcanzado la palma de la victoria 20, y mañana, 14, esperamos morir los 21 restantes. ¡Gloria a Dios! ¡Y qué nobles y heroicos se están portando tus hijos, Congregación querida!
Pasamos el día animándonos para el martirio y rezando por nuestros enemigos y por nuestro querido Instituto; cuando llega el momento de designar las víctimas hay en todos serenidad santa y ansia de oír el nombre para adelantar y ponernos en las filas de los elegidos; esperamos el momento con generosa impaciencia y, cuando ha llegado, hemos visto a unos besar los cordeles con que los ataban, y a otros dirigir palabras de perdón a la turba armada; cuando van en el camión hacia el cementerios, los oímos gritar ¡Viva Cristo Rey! Responde el populacho, rabioso, ¡Muera! ¡Muera!, pero nada los intimida. ¡Son tus hijos, Congregación querida, éstos que entre pistolas y fusiles se atreven a gritar serenos cuando van hacia el cementerio ¡Viva Cristo Rey! Mañana iremos los restantes y ya tenemos la consigna de aclamar, aunque suenen los disparos, al Corazón de nuestra Madre, a Cristo Rey, a la Iglesia Católica y a ti, madre común de todos nosotros. Me dicen mis compañeros que inicie yo los ¡vivas! y que ellos ya responderán. Yo gritaré con toda la fuerza de mis pulmones, y en nuestros clamores entusiastas adivina tú, Congregación querida, el amor que te tenemos, pues te llevamos en nuestros recuerdos hasta estas regiones de dolor y de muerte.
Morimos todos contentos, sin que nadie sienta desmayos ni pesares; morimos todos rogando a Dios que la sangre que caiga de nuestras heridas no sea sangre vengadora, sino sangre que entrando roja y viva por tus venas, estimule tu desarrollo y expansión por todo el mundo. ¡Adiós, querida Congregación! Tus hijos, Mártires de Barbastro, te saludan desde la prisión y te ofrecen sus dolorosas angustias en holocausto expiatorio por nuestras deficiencias y en testimonio de nuestro amor fiel, generoso y perpetuo. Los Mártires de mañana, 14, recuerdan que mueren en vísperas de la Asunción; y ¡qué recuerdo éste! Morimos por llevar la sotana y morimosprecisamente en el mismo día en que nos la impusieron.
Los Mártires de Barbastro, y, en nombre de todos, el último y más indigno, Faustino Pérez, C.M.F.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María! ¡Viva la Congregación! Adiós, querido Instituto. Vamos al cielo a rogar por ti. ¡Adiós, adiós!"
Uno de los últimos en ser fusilado fue el obispo Monseñor Florentino Asensi. Pero antes fue torturado salvajemente por sus carceleros. Le cortaron los genitales en medio de sus risas cínicas. Mientras le empujaban le decían: "no tengas miedo. Si es verdad eso que predicáis, irás pronto al cielo". La respuesta de este obispo fue contundente: "Sí, y allí rezaré por vosotros". Sus asesinos, poco antes de arrojarle a la fosa común, le robaron su ropa, sus zapatos y le arrancaron los dientes.
El 25 de Octubre de 1992 serían beatificados por el Papa Juan Pablo II, el cual diría estas palabras:
Esos misioneros han supuesto todo un ejemplo para aquellos que tenemos Fe o un ideal por el que luchar desde la voluntad de que la muerte no es el final, sino el príncipio, rezando, incluso, por aquellos que querían todo su mal por creer en lo que ellos no solo no creían, sino despreciaban.
"Es todo un seminario el que afronta con generosidad y valentía su ofrenda martirial al Señor... Todos los testimonios recibidos nos permiten afirmar que estos Claretianos murieron por ser discípulos de Cristo, por no querer renegar de su fe y de sus votos religiosos. Por eso, con su sangre derramada nos animan a todos a vivir y morir por la Palabra de Dios que hemos sido llamados a anunciar. Los mártires de Barbastro, siguiendo a su fundador San Antonio María Claret, que también sufrió un atentado en su vida, sentían el mismo deseo de derramar la sangre por amor de Jesús y de María, expresada con esta exclamación tantas veces cantada: "Por ti, mi Reina, la sangre dar". El mismo Santo había trazado un programa de vida para sus religiosos: "Un Hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos los medios, encender a todo el mundo en el fuego del divino amor"
A continuación, les pongó una lista de aquellos que dieron la vida por defender su Fe y la volundad de Dios: Felipe de Jesús Munárriz, José Amorós, José Badía, Juan Baixeras, Javier L. Bandrés, José Blasco, José Brengaret, Rafael Briega, Manuel Buil, Antolín Calvo, Sebastián Calvo, Tomás Capdevila, Esteban Casadeval, Francisco Castán, Wenceslao Claris, Eusebio Codina, Juan Codinach, Pedro Cunill, Gregorio Chirivas, Antonio Dalmau , Juan Díaz, Juan Echarri, Luis Escalé, José Falgarona, José Figuero, Pedro García, Ramón Illa, Luis Lladó, Hilario Llorente, Manuel Martínez, Luis Masferrer, Miguel Masip, Alfonso Miquel, Ramón Novich, José Ormo, Secundino Ortega, José Pavón, Faustino Pérez, Leoncio Pérez, Salvador Pigem, Sebastián Riera, Eduardo Ripoll, José Ros, Francisco Roura, Teodoro Ruiz de Larrinaga, Juan Sánchez, Nicasio Sierra, Alfonso Sorribes, Manuel Torras, Atanasio Viadaurreta y Agustín Viela.

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