La poesía y prosa de Bécquer representa todo lo hermoso y trágico en lo que vive el ser humano, porque esta vida es parte de alegría y tragedia y más que nadie lo represento este Romántico tardio (de ahí que pertenezca a un subgénero dentro del Romanticismo, el Postromanticismo) y cuyas obras fueron publicadas tras su muerte.
Nació en Sevilla, el 17 de Febrero de 1836, siendo su padre pintor. Su familia paterna procedía de una noble familia de comerciantes flamencos que se estableció en Andalucia en el Siglo XVI. Su hermano, Valeriano, fue el que siguió la tradición pintora de su padre y del resto de la familia. De hecho el cuadro más famoso de Gustavo Adolfo es de su hermano.
Su padre murió cuando el poeta tenía cinco años. Con diez años ingresó en el Colegio de San Telmo de Sevilla , donde recibió clases de un discípulo del gran poeta Alberto Lista, Francisco Rodríguez Zapata, y conoce a su gran amigo y compañero de desvelos literarios Narciso Campillo. Al año siguiente, la desgracia volvía a sumir en la tristeza a los hermanos Bécquer ya que quedaron huérfanos también de madre, y fueron
adoptados entonces por su tía materna, María Bastida y Juan de Vargas,
que se hizo cargo de sus siete sobrinos. Valeriano y Gustavo Adolfo siempre estuvieron muy unidos, yendo de viaje por el orbe penínsular.
En 1847 el Colegio de San Telmo fue suprimido por Isabel II. Fue entonces cuando comenzó a vivir con su madrina Manuela Monnehay Moreno,
joven de origen francés y desahogada comerciante, cuyos medios y
sensibilidad literaria le permitían disponer de una mediana pero selecta
biblioteca poética. En esta biblioteca empezó Gustavo Adolfo a
aficionarse a la lectura. Inició entonces estudios de pintura en los
talleres de Antonio Cabral Bejarano, y más tarde en el de su tío paterno Joaquín Domínguez Bécquer, sin embargo le interesaban más las letras que las artes pictóricas. Tras ciertos escarceos literarios, escribiendo en varios periódicos y revistas, en 1854 marchó a Madrid con la ilusión de ser un gran literato. Sin embargo, no fue su mejor época y tuvo que escribir en diversas publicaciones para llegar a fin de mes. Su carácter romántico era su principal basa y es por aquel entonces cuando empieza a escribir poesías cortas, pero llenas de sensibilidad. Tras escribir diferentes artículos satíricos en varios periódicos de Madrid, en 1856 fue con su hermano a Toledo, un lugar que a el le apasiono durante toda su vida, con la finalidad de inspirarse para su futuro libro "Historia de los templos de España".
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"La Cruz del Diablo", una de sus leyendas más sobrecogedoras |
Todos los viajes que realizó , le inspiraron para escribir sus famosas leyendas, muchas versadas sobre la tradición castellana de brujas, fantasmas o demonios. Para muestra unos ejemplos: "La Cruz del Diablo", "El Miserere", "Creed en Dios" o "El Monte de las Animas" representan un ejemplo de los muchos escritos que nos dejo el gran literato sevillano.
A finales ya empezaron a llegar los primeros síntomas de la tuberculosis que acabaría con su vida. En 1858 conoció a Josefina Espín, joven de gran belleza, y que a bien seguro inspiro a Bécquer en muchas de sus rimas. La relación con la joven no llego a consolidarse y finalmente ella lo rechazo, seguramente por la vida bohemia del escritor y a que ella tenía más altas miras. Eso sumió en la tristeza a nuestro autor, que se refugió en sus bellos poemas y en la música de su admirado Chopin.
A finalizar los años 50, se enamoro de otra joven, aunque esta también lo rechazó, lo que lo sumió en al desesperación. Sin embargo, en 1861, por fin una joven accedería a casarse con nuestro enamorado poeta. Esa fue Casta Esteban y Navarro, con la que tuvo tres hijos. Ningún experto se pone de acuerdo en cual de sus amores le inspiro para componer esas rimas tan hermosas y apasionadas. Probablemente, se inspirara en todas o en ninguna, lo que si nos demuestra el ideal de mujer que se había formado Bécquer, en sus poesías, muchas veces inaccesible y distante, pero siempre hermoso. Como nos dice en una de sus poesías:
—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti, no.
—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro:
puedo brindarte dichas sin fin,
yo de ternuras guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No, no es a ti.
—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte.
—¡Oh ven, ven tú!
Durante los años 60, su salud empeora considerablemente y la relación entre su esposa y Valeriano es muy tensa, debido a que ella no soporta que el hermano del poeta este todo el día en casa. González Bravo, amigo y mecenas de Gustavo Adolfo, le nombra censor de novelas en 1864 y el escritor vuelve a Madrid, donde desempeña este trabajo hasta 1867 con veinticuatro mil reales de sueldo.
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Una foto de Bécquer |
En 1866
ocupa de nuevo el cargo de censor hasta 1868; es este un año triste
para Bécquer: Casta le es infiel (de hecho no se sabe si su tercer hijo es efectivamente del poeta o de su amante), su libro de poemas desaparece en los
disturbios revolucionarios de "La Gloriosa" y para huir de ellos marcha a Toledo, donde permanece un breve tiempo.
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La tuberculosis pudo con el hombre, pero no con el poeta |
Pero sus problemas de salud se agravan y fallece en Madrid, el 22 de Diciembre de 1870, cuando sólo tenía 34 años. Moría una autor maravilloso cuyas obras fueron publicadas por primera vez gracias a sus amigos y a modo de homenaje póstumo a un gran poeta y narrador, que supo encumbrar al Romanticismo, si no lo era ya, a la categoría de arte. Para terminar, les dejo con una de las mejores y más grandes poesías que nos dejo nuestro fantástico poeta sevillano, aquel que supo definir perfectamente lo que era y significaba la poesía:
No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira:
Podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
Y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;
mientras la humanidad siempre avanzando,
no sepa a do camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
Mientras sintamos que se alegra el alma
sin que los labios rían;
mientras se llore sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡Habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa,
¡Habrá poesía!
Maravillosa rima que hace que amemos aún más si cabe la bellísima obra de Bécquer.